Ilustropoesía silvestre al servicio de la comunidad
En octubre del año pasado fui invitado a impartir un taller de ilustración y poesía en la ciudad de Puebla. “Simona la cacariza” -dije- y al aceptar me vi forzado a reconocer a la escritura poética como una parte integral de mi vida; algo a lo que nunca me había atrevido, incluso teniendo en mi haber la publicación de un libro de ilustropoesía (Flor de Adrenalina, 2009).
Tanto los jóvenes que se incorporaron al taller como quien esto escribe, acordamos culminar nuestro curso con una publicación que recogiera parte del trabajo ahí desarrollado. Ha llegado el momento de honrar ese acuerdo y hacerlo público (sonido de fanfarrias macabras y aplausos enlatados).
Como algunos saben -sobre todo los más chismositos-, desde 2014 hasta esta fecha no he publicado un sólo libro. Este ayuno editorial pesa grandemente sobre mi ánimo porque la creación gráfica, literaria y editorial en su conjunto (la transmutación de esa materia prima a la forma libro) es una de las actividades que colman mi espíritu de mejor manera.
El fanzine poético que ahora compartimos resulta útil en varios sentidos. Para los neo poetas que en él participan resulta un medio digno para iniciar una ruta creativa que espero sea larga y fructífera. En lo personal permite retomar mi truncada labor editorial, pues además de la participación poética me he hecho cargo de las múltiples tareas que conlleva un proyecto de esta naturaleza (coordinación, diseño, formación, acabados etc.). En resumen, esta experiencia ha sido un gozoso round de sombra con el que hemos ganado confianza y autoestima: los millenials para andar su camino; yo para acometer la pila de proyectos editoriales que me mira rencorosamente desde algún oscuro rincón del disco duro.
Sin mas que decir por el momento, compartimos el archivo en formato digital. Que las abejas de la ilustropoesía encuentren un oasis de buena miel para libar en este páramo yermo que es la realidad.
JQ
Enero 2019