Realicé esta trilogía a solicitud expresa de mi amigo Enrique Buenrostro (me quedan tan pocos amigos que tengo que cuidarlos más y evitar no hacérselas de pedo cuando me pongo ídem), que trae entre manos un proyecto editorial itinerante de pronóstico reservado. Generoso como es él, Enrique me dio manga ancha para hacer lo que se me viniera en gana con la decoración externa de su camioneta, aunque deslizó que estaba interesado en reutilizar el concepto de Caronte y el viaje trascendente que yo he venido explorando insistentemente desde hace algunos años, de manera muy acentuada en la suite de Caronte y Buba.
Mi primer idea fue desarrollar un concepto desplegado en tres partes (lo que los vulgares suelen llamar trilogía) mezclando el mito griego y los hemisferios cerebrales; no me pregunten porqué, mi inspiración suele ser bastante críptica cuando me deposita imágenes mentales. Pero no había comenzado a bocetar cuando ya echaba en falta la ausencia de personajes y, sobre todo, la ausencia de un elemento que integrara todo lo disperso. Un moco de King Kong universal, por decirlo finamente.
Decidí entonces explorar los hemisferios humanos -lo masculino y lo femenino- y su potencial unidad en la complementariedad. Eso me gustó más porque alude al gran viaje del ser humano pero desde su interface biológica, el viaje hacia la esencia a través de las cáscaras del ego. Además de que esta idea cubre la cuota de género y eso siempre viene bien para un oportunista como yo.
Justo por esos días mi amiga Frida (que luce actualmente un look a lo Buba) me apoyó con una sesión de fotos y sin quererlo me surtió de referencias femeninas para esta ilustración. Al personaje masculino lo tomé aleatoriamente, buscando un tipo mestizo o neutro-desabrido para no abusar demasiado del fenotipo de la raza de bronce.
Y ya está, el resultado lo pueden apreciar sin necesidad de mis comentarios rebuznantes. El dueño del proyecto y yo estamos satisfechos con el resultado y sólo resta dar las últimas pinceladas antes de salir a mar abierto. Sugerimos al público conocedor que se mantenenga atento para ver circular a La Nave de los Mitos, conducida por el mismísimo Caronte (y su chofer particular, el Quique Buenrostro) por estas calles de caos, petróleo barato y gasolina cara.