Preguntas frecuentes

A manera de FAQ transcribo una entrevista que me realizó la periodista Jessica Ayala en agosto del 2016 porque enlista las dudas recurrentes sobre mi actividad como ilustrador y autor de los días terrenales de Buba. Considero que estas preguntas abarcan de manera tan solvente mis entresijos creativos y opiniones fundamentales, que muy dificilmente habrá necesidad de conceder otra entrevista.

¿Cómo fue tu primer acercamiento con el dibujo?

Ocurrió durante la niñez. Entre mis ocupaciones infantiles (que básicamente eran lúdicas y de carácter social) la actividad gráfica tuvo un papel determinante porque me permitió pasar muchas horas conociéndome y dialogando conmigo mismo a través del dibujo. Desde entonces, desde los 4 o 5 años hasta los 45 actuales (en 2016), he venido desarrollando no sólo mis habilidades como dibujante, sino una identidad gráfica que ayuda a definirme como persona.

¿Qué es lo que te impulsa a dibujar?

Del impulso lúdico que duró toda mi infancia, pasé -ya en la adolescencia- a tomar una consciencia vaga de su importancia para comunicar ideas. Creo que conocer el trabajo de Rius fue lo que me hizo entender que el dibujo no importa sólo por sus valores estéticos, sino por la forma en que “viste” una serie de ideas subyacentes.

¿Cuándo y cómo decidiste que querías ser ilustrador?

En realidad nunca quise ser ilustrador, sino que me vi llevado por las circunstancias. Debuté profesionalmente como historietista y durante algunos años anduve publicando felizmente en un suplemento de historietas y alguna que otra revista cultural. Cuando se cerraron esos espacios, las únicas opciones laborales remuneradas estaban en la industria editorial o bien en la publicidad, así que me vi obligado (como todos los dibujantes de mi generación) a profecionalizarme como ilustrador, que es una forma totalmente distinta de ejercer el dibujo.
No quisiera dar una idea equivocada, la ilustración me ha representado los retos profesionales más importantes -tanto discursivos como estéticos y técnicos- pero ha sido gratificante en la misma medida.

¿Desde cuándo te dedicas a la ilustración profesionalmente?

Aproximadamente desde los 24 años. Ya paso de los 20 años como profesional.

¿Cuáles son tus obsesiones temáticas y de dónde surgieron?

Seguro que tienen su origen en el inconsciente. Nunca he premeditado o determinado aquello de lo que voy a hablar, sino que lo dejo salir de manera “natural” en el momento de abordar alguna tarea creativa. Los temas que me han interesado sistemáticamente son los que el poeta Miguel Hernández resumió a manera de verso: “llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte y la de la vida”. El resto de los temas (o subtemas) son variantes de estos tres pilares de la psique humana.

¿Cuáles son tus principales influencias estilísticas?

Hay una legión de autores que me han influenciado en alguna medida, aunque quizás no resulte evidente. Quino, Rius, Jodorowsky (con sus Fábulas Pánicas), Jack Kirby, Mike Mignola, Jim Woodring, Daniel Clowes etc. Pero a quienes he estudiado a detalle y por quienes guardo un cariño particular son Robert Crumb, Moebius y José Guadalupe Posada.

¿Cuál consideras que es el sello distintivo de tu trabajo?

Me resulta muy difícil responder esto y no porque no sea consciente de mis méritos gráficos. Claro que puedo ver en mi trabajo algunas virtudes, algunas innovaciones técnicas e incluso aportaciones estilísticas; pero me rehuso a definirme porque creo que es un juicio que corresponde más bien al lector.
Hay algo que muy probablemente no se note en las ilustraciones publicadas y por eso me parece pertinente comentarlo: nunca abordo una historieta, ilustración o dibujo de manera automática o burocrática (salvo en el trabajo comercial, pero esa es otra historia). Cada dibujo representa una oportunidad irremplazable de avanzar en mi exploración personal y creativa. Tengo que decir también que aunque casi nunca consigo logros notables, la intención de ir más allá es una constante.

Para ti, ¿existe una diferencia entre la ilustración y el arte?

Claro que sí. Hay una linea de pensadores muy sólidos (entre ellos el teórico peruano Juan Hacha) que explican sin lugar a dudas las diferencias objetivas entre artesanías, artes y artes industriales (y ese marco teórico puede aplicarse sin problema a las artes digitales). Según esta categorización, el conjunto de elementos formales que rodean a la ilustración, a la historieta o al diseño las definen no como arte con mayúsculas, sino como artes industriales o aplicadas, que no son necesariamente un arte menor, sino simplemente una categoría distinta.
El problema aquí es que -según estos mismo teóricos- la cultura occidental confunde deliberadamente y oculta estas diferencias para beneficiarse de la fetichización del término “arte” y atribuye valores subjetivos que sólo la academia o las elites culturales pueden determinar.
Para decirlo brevemente, claro que existe una diferencia entre la ilustración y el arte, pero es algo que, más allá de las etiquetas, puede tenernos sin cuidado.

¿Qué significa Buba para ti? ¿Cuánto has puesto de ti en ese cómic?

Buba es un personaje valioso y entrañable, pero sobre todo útil. Es un vehículo que me permite comunicar ideas y emociones íntimas sin sentirme expuesto o avergonzado ante el ojo público. Hay una transferencia emocional del autor hacia el personaje que ayuda no sólo a focalizar la atención en este último, sino a darle vida. Creo -inmodestamente- que Buba es un personaje muy sólido justamente porque los sentimientos que la animan son absolutamente reales, no ficcionados en el mismo sentido que la gran mayoría de los personajes imaginarios.

¿De dónde surgió la idea de combinar cómic y poesía?

No es una idea original; Otros autores ya han combinado versos e historieta (por ejemplo en los llamados comic clips, que ilustran letras de canciones), pero lo característico en Buba es la forma orgánica en la que se integran todos esos elementos y en la fidelidad a ese formato. En las páginas más afortunadas de Buba, las palabras y las imágenes se funden hasta crear un tercer elemento poético que ya no es letras ni dibujos, sino algo distinto y casi indefinible. El verso, la metáfora, la melodía e incluso el humor son juguetes naturales para Buba.

¿Podrías contarnos alguna anécdota relacionada a este cómic que haya sido especialmente significativa?

Más que una anécdota puntual, comentaré que me conmueve mucho la manera en la que Buba se ha ganado su derecho a existir independientemente del autor. En alguna época en la que llegué a considerar mi renuncia al cómic e incluso al trabajo autoral, fueron los lectores quienes mantuvieron con vida al personaje haciéndome llegar mensajes, poemas, fotos de tatuajes, pintas, stickers, esculturas, dibujos propios de Buba etc., hasta que me convencí de que todo eso no eran sino manifestaciones del deseo de vivir de la propia Buba, que ya es un ente colectivo por derecho propio.
Y heme aquí, dibujando historietas nuevamente.

¿Cuál es tu visión sobre el panorama de la ilustración mexicana actual? ¿Cómo se ha transformado? ¿Hacia dónde va?

Echo de menos un carácter nacional en la gráfica mexicana (dicho esto en el sentido original de el lugar de los nacimientos y no en el sentido peyorativo) o, para decirlo sin dar lugar a malas interpretaciones, creo que hace falta desarrollar un estilo auténtico, no sometido ideológica y estéticamente a los cánones occidentales. Diré también que el nivel técnico de los dibujantes me parece muy notable y creo que no hay mucho más que destacar.

En tu opinión, ¿la viralización de ideas y trabajos de autores de todo el mundo a través de la red nutren la ilustración o sólo la homogeneizan?

Nutren una visión hegemónica del la ilustración y del mundo. El mal llamado proceso de globalización consiste justamente en eso, estandarizar los criterios hegemónicos occidentales y hacerlos pasar por universales, ocultando las diferencias de facto entre “el norte opulento” y las periferias culiempinadas. Es algo que han explicado de manera impecable un montón de pensadores (Dussel, Grosfoggel, de Sousa Santos, Andrés Barreda) y que, lamentablemente, irrita o no interesa a la clase media de corte procastrinero.
Julio Anguita llama a estas batallas culturales e ideológicas “las guerras de la mente”, y lo verdaderamente dramático de perder en el frente ideológico es que se pierde automáticamente la guerra. Una vez que nos instalan el software del colonialismo, el sistema operativo trabaja en automático bajo esa lógica.

¿Cómo ha influido la tecnología en tu trabajo, tanto en términos de herramientas como en las oportunidades de proyección que representa?

El buen uso de la tecnología ha sido fundamental. La ilustración digital, por ejemplo, me ha permitido recrearme como dibujante, desaprender 30 años de oficio y técnica tradicional para desarrollar nuevas rutas desde otra lógica. Este ha sido un proceso arduo pero revitalizante. Actualmente, dibujar con Photoshop me resulta tan “natural y análogo” como hacerlo con pintura acrílica.
En el plano laboral, por un lado se viene abajo la industria editorial pero por otro emerge internet como un espacio paralelo para la creación y difusión del trabajo creativo. En algunos casos -como el mío-, internet es el único medio disponible para realizar un proyecto autoral, aún con todas las limitaciones y contradicciones que esto supone.

¿Te gusta tener contacto con tus lectores?

Más bien con mis lectoras, y si son guapas mucho mejor.
En realidad me gusta tener contacto con gente inteligente, sean o no lectores de mi trabajo. Lamentablemente son cada vez menos las oportunidades de ejercer el gratificante y revolucionario acto de entablar una conversación inteligente y amena.

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