Un buen libro santifica todas las guerras
Sostengo entre mis manos la flamante cuarta edición de Flor de Adrenalina. Acaricio su portada con estas manos rudas de hombre de campo (del campo de las artes gráficas) y mientras reviso cuidadosamente cada aspecto del volumen caigo en cuenta de que no volveré a leerlo hasta pasados varios meses e incluso años (así lo dicta mi tradición), de modo que aprovecho este momento para compartir algunas reflexiones a bote pronto.
My nightmare team
Esta versión es una actualización de la publicada en 2014, así que quienes hayan leído el libro aquél encontrarán que ambos comparten el mismo espíritu, la misma vibra y similar impronta. No en vano fue producido por el sello editorial de la casa.
Ya desde la carátula se advierte que se trata de la misma obra pero depurada, corregida y aumentada. Ambas versiones fueron elaboradas con el apoyo invaluable de gente afín (amigos y camaradas) y la dinámica creativa de esta circunstancia se nota muy mucho en el volumen impreso; así que, más allá de sus valores formales, es notable el cariño, el esmero y el compromiso que el equipo de trabajo aportó en la elaboración de esta pequeña bestia editorial. Desde aquí les agradezco y me congratulo por contar con su valiosa ayuda. No serán mi dream team, pero sí mi nightmare team, el equipo que pone el hombro en mis pesadillas creativas.
Conjuro decembrino
La realización de esta edición particular me costó $angre, $udor y lágrima$. Por distintos motivos —todos ellos de ingrata memoria— se fue complicando progresivamente algo que debió ser una relativamente tersa reedición. En el penúltimo mes del 2022, apenas recuperándome de una depresión rotunda e insolente, opté por publicar el libro aunque fuera en los últimos días del agónico mes de diciembre (mala fecha, evidentemente, en términos de estrategia editorial).
La razón para tomar esta determinación es que no quería recordar el 2022 como la suma de pequeños fracasos profesionales. Este libro (pensé) conjuraría mi noche sin puente y daría un toque de dulzor al mal sabor de boca de los 12 meses anteriores. Celebro, pues, la aparición de esta flor decembrina igual que los cristianos celebran el nacimiento del niñito Dios.
Autodefensa editorial
Dice Lokorosky (y coincido con él): “justicia es darte lo que mereces”. Hace un par de años me propuse salir de una racha infausta retomando mi proyecto editorial (que es también un proyecto de vida) y para ello es condición sine quan ni madres no dejar pasar un sólo año sin llevar al papel al menos un libro de mi catálogo personal. Planeta Buba (2021) y Flor de Adrenalina (2022) son el vivo ejemplo de este compromiso adquirido. Confieso, en un arrebato de chocante sinceridad, que la única obra que cubre mis expectativas y colma mis apetitos lectores es la de quien esto escribe. El público tiene derecho a no coincidir con esta opinión —lo respeto y entiendo— pero no podrán negarme el derecho de gustar por aquello que acontece en mi marginal universo interior.
Diré más, en un segundo arrebato de piadosa sinceridad: A estas alturas de la vida resulta obvio que, aparte de mí, no existe ningún editor, gestor cultural o casa editorial interesados en publicar alguno de mis libros. Es por eso que me asumo editor: no como un acto de congruencia, sino de autodefensa.
El oficio
Y hablando del oficio de editor, cada vez me siento más satisfecho de mi desempeño en esta vocación tardía que es la de gestar criaturitas impresas. Entrar en modo editor es una de las recompensas más apasionantes y gratificantes, sobre todo en la medida que complementan al noble y primigenio oficio dual de dibujante y escritor.
La otra cara de la edición independiente: el financiamiento, la promoción, los fondeos (particularmente los fallidos), la administración, los envíos, la gestión… todo me pesa, todo me cuesta el doble de lo que debería. Pero en cuanto comienzo a trabajar en cada nuevo proyecto y me adentro en esa especie de burbuja creativa toda esa talacha mundana pierde importancia.
Un buen libro santifica todas las guerras.
Este libro
Este libro es para tocarse, para leerse y releerse, para guardarse en la memoria y también para olvidarse al poco rato. Este libro es para disfrutarlo plásticamente (¡tiene dibujitos!). Es para tomarse muy en serio. Para reír un poco, para pasar el rato leyendo lo que esté a la mano sin darle la menor importancia. Es para dialogar con él y con su autor y también consigo mismo. Para sentir la musicalidad de las palabras y la armonía orquestal del blanco y negro. Este libro es para tomarse a la ligera, para llorar un poco y atesorarlo (aunque esto es opcional) o para botarlo con indiferencia en el rincón de la cantina o el de las obras menores (aunque esto también es opcional). Este libro es para reflexionar, para pensar en la vida o en la muerte como otra expresión de la vida, para pensar en el amor eterno con fecha de caducidad o el ligue ocasional que no se olvida. Es para pensar en los animales y el milagro de su existencia. Para disfrutar de la poesía, para disfrutar también de la anti-poesía. Este libro es para mirarse en él o para guardarlo en la parte alta del librero sin siquiera ojearlo. Este libro es para agregar tres flores nuevas al jardín de la ilustropoesía.
Este libro —lector, lectora— fue escrito para ti.
José Quintero, diciembre 2022.