Aquellos lectores que ya no se cuecen al primer hervor recordarán una serie de 26 archivos en mp3 que compartí en la sección Buba Sound de la segunda versión de este sitio (anexo documentación para los nostálgicos del ayer, que serán también los nostálgicos del mañana).
Las 26 curiosas melodías recopiladas a manera de Long Player fueron el resultado de mi encuentro con el Reason y una inconfesable compulsión de clóset por crear música: un lenguaje que -junto con la poesía- se ha entreverado neciamente desde tiempos remotos con mi quehacer como dibujante. Recuerdo -por ejemplo y como dato curioso para mis biografos- que mis primeras dos composiciones fueron escritas en el kíndergarden para ser interpretadas ni más ni menos que por Emmanuel (una melodía triste y lacrimógena) y por Topo Gigio (evidentemente, una canción más alegre y jacarandosa, pensada para su tesitura vocal y su temperamento artístico). En ambos casos podía imaginar a la orquesta y los instrumentos sonar en mi bóveda craneal, arropando mis incipientes lineas melódicas; cosa que pude materializar más allá de mi mente sólo hasta décadas más tarde, merced al entonces impensable software de creación musical.
Haiga sido como haga sido y sea de ello lo que fuere, la versión 2 del planetabuba.net se fue quedando obsoleta y cayó en el olvido junto con aquél puñetero puñado de melodías defectuosas. Del sitio web solo quedó una página que por varios años anunciaba una reconstrucción que nunca culminaba y quien esto escribe se concentraba en la ilustración comercial, dejando de lado cualquier viso de aventuras musiqueras. Pero hete ahí que algún lector anónimo me envió un correo electrónico vertiendo comentarios interesantes (críticos pero cordiales) sobre el desdichado álbum. El comentario mas elogioso que me hizo aquél lector/escucha fue acerca del sentido del conjunto de melodías, haciendo notar que la obra tenía una intención editorial (lo que en términos discográficos se suele conocer como álbum conceptual) y que se trataba de un viaje sonoro. Un paseo que iba de un punto de la geografía emocional a otro distinto; apreciación que coincidía perfectamente con mis impublicadas intenciones.
Conmovido -incluso entusiasmado- busqué y encontré en algún lugar de mi disco duro los mp3’s en comento y volví a escucharlos con cierta pena ajena, pero también con una dosis de afecto, respeto y empatía.
Desde entonces me di a la tarea de ir afinando y corrigiendo cada uno de los tracks que conformaron aquél curioso proyecto para hacerlo nuevamente del demonio público, cosa que he ido cumpliendo a paso lento y tortuoso, pero inseguro.
Hoy, que sigo tratando de cerrar ciclos de todo tipo, cierro el concerniente a este proyecto musical en específico: un cúmulo de melodías que me hicieron compañía durante un momento importante de estos, mis días terrenales; el soundtrack de mis años en la Del Valle; de la muerte de mis perras, de mis ánimos rockeros, de mis delirios orquestales y la necesidad de decir con música lo que no puedo expresar verbal o gráficamente.
Espero que este acompañamiento sonoro sea grato a tu espíritu y a tus trompas de Eustaquio.
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