Como he comentado en repetidas ocasiones, soy partidario de una cultura libre, circular y, más que universal, pluriversal. Sostengo que la cultura la hacemos todos, que los roles de artista y público no son fijos, sino intercambiables (en un momento somos los autores de una obra y al siguiente nos convertimos en sus lectores). Sostengo -siguiendo el hilo de algunas reflexiones borgesianas– que el lector es tan autor como el autor mismo de una obra, pues mientras el primero crea, el público recrea al momento de la lectura y al recrear realiza una obra hasta entonces inerte, potencial y en estado comatoso.
El arte (la creación) es circular. Las obras van y vuelven pero vuelven re-significadas, cargadas de un nuevo sentido ajeno -posiblemente- al ideado por su creador original, pero no a la obra misma; y para documentar estos dichos, les muestro un par de ejercicios creativos.
El primero es resultado de la interpretación de una interpretación a un dibujo mio. Me explico: el dibujo original es un Caronte con su respectiva Buba elaborado en tinta china digital. La interpretación es de un escultor -desconocido por mi- que subió su proceso de trabajo a YouTube, y la re re-interpretación corrió nuevamente por mi cuenta.
El segundo ejercicio es una ilustración de Caronte basado en una firma/sketch trazada sobre un ejemplar del Volumen 2 de Buba. Si bien este segundo caso no resulta tan interesante, sirve para ejemplificar el intrincado y azaroso curso de las rutas creativas y de su circularidad.
El arte es un boomerang, hay que aprender a recibir aquello que arrojamos.